¡Déjalos ser y serán aprendices!

He discrepado obstinadamente de la idea de que los niños necesitan motivación externa (ser recompensados, castigados o empujados) para poder estudiar y aprender. En cambio, creo que deberíamos seguir su ejemplo y orientar nuestros esfuerzos educativos en la dirección de los intereses de los niños. Esto –y no estrategias que provoquen ansiedad– facilitaría el aprendizaje.

El difunto autor y educador estadounidense John Holt dijo: “… la ansiedad que sienten los niños al ser evaluados constantemente, su miedo al fracaso, al castigo y a la desgracia, reduce gravemente su capacidad tanto de percibir como de recordar, y los aleja del material que se está estudiando en estrategias para engañar a los profesores haciéndoles creer que saben lo que en realidad no saben”.

Observa a los jóvenes mientras, por ejemplo, están inmersos en sus videojuegos.

O míralos aprender sobre sus cantantes o ídolos deportivos favoritos. Los niños desarrollan por sí solos los conocimientos y habilidades necesarios para competir entre sí, sin la “motivación” de ningún adulto.

Lamentablemente, el mercado manipula la necesidad de socializar, encajar en un grupo y desarrollar las habilidades necesarias para satisfacer sus necesidades psicológicas de admiración y respeto que tenemos todos.

La educación debería reconocer que nos mueve una necesidad natural de aprender, especialmente sobre las cosas que nos importan, porque es una cuestión de supervivencia.

Más aún hoy en día.

Supervivencia del más apto

La noción de Darwin de que sólo sobreviven los más aptos se puede aplicar a todo lo que hacen los humanos. Los bebés aprenden a sentarse, rodar, levantarse, hablar y caminar sin que nadie les indique que deben hacerlo. Los procesos, características y comportamientos que se desarrollan durante la niñez pueden explicarse por una combinación de fuerzas biológicas (naturaleza) y condiciones ambientales (crianza).

Un código genético heredado determina el fenotipo (apariencia física), mientras que la familia, los factores socioculturales, la nutrición y la actividad física influyen en el desarrollo.

La naturaleza nos dota de ciertos talentos y habilidades que facilitan aprendizajes específicos, y el sistema educativo debería ofrecer a todos la oportunidad de desarrollar esos dones.

Nuestro desempeño y creatividad mejorarían enormemente si pudiéramos sentirnos cómodos y seguros haciendo lo que estamos haciendo.

La humanidad se está volviendo cada vez más intensivo en conocimiento

Estoy de acuerdo con la apreciación del fallecido gurú de la gestión, Peter Drucker, quien dijo: “De ahora en adelante, la clave es el conocimiento. El mundo se está volviendo intensivo no tanto en mano de obra, material y energía, sino en conocimiento.”

Pero eso lo sabes instintivamente. Instas a tu hijo a obtener un diploma de escuela secundaria y luego a esperar entrar a la universidad confiando en que encontrará mejores oportunidades laborales si obtiene una educación.

También sabes que cuando buscas trabajo, para cualquier empleador, tu valor personal dependerá de tu experiencia y formación, en otras palabras, de tus conocimientos.

Pero dirigir los currículos de las escuelas a triunfar en las pruebas que empujan a los estudiantes a devorar y memorizar contenidos, porque la admisión a la universidad depende de los puntajes del SAT y el promedio de calificaciones (GPA), no ayuda.

¿Son los educadores conscientes del nivel de ansiedad que crean estas pruebas? ¿De la posible relación entre exámenes, miedo al fracaso y aversión a la escuela?

Un niño es por naturaleza un explorador

Los bebés primero exploran el mundo poniéndose cosas a su alcance en la boca. Luego se alejan gateando y continúan explorando: agarran objetos del suelo, los prueban, los golpean, los arrojan tratando de entender qué son, qué función tienen.

Los bebés aprenden a sentarse y a pararse mediante un proceso repetitivo de prueba y error. Probar comportamientos que les den –con suerte– lo que quieren marca sus interacciones con las personas.

Creo que tenemos la culpa de estropear la tendencia natural del niño a explorar el entorno y aprender de él.

Los abrazamos

Con pocas excepciones, los que comenzaron como emocionantes por qués del niño de tres años pasan de ser lindos a ser una molestia (porque estamos ocupados en “asuntos más importantes”) y pronto nos cansamos de responder al interminable flujo de preguntas. Los abrazamos, tal vez.

Luego vamos y los distraemos con dibujos animados (para que no nos interrumpan) que comienzan a modular su comportamiento (porque estamos ocupados haciendo “cosas más importantes”). Y cuando por fin van a la escuela, básicamente los atamos a la silla y les exigimos atención concentrada.

Si demuestran intereses particulares, se les considera una distracción para el grupo. Olvidamos que todos los caminos conducen a Roma.

La curiosidad podría generar oportunidades de aprendizaje

Me he imaginado una escuela donde la maestra del jardín de infantes sería lo suficientemente inteligente e intuitiva como para permitir que el niño corra detrás de la colorida mariposa que se extravió en el aula.

La profesora podría utilizar la mariposa como un bonito pretexto para explicar formas y colores, proporciones, aerodinámica, gravedad y simetría (entre otros principios básicos de matemáticas y física) de una forma natural y comprensible. Y podría pedir a los niños que hicieran un dibujo del insecto para que aprendieran a expresar y representar el mundo en el que viven.

Pero lamentablemente nuestro sistema escolar empuja al maestro no solo a cumplir con las normas del colegio, sino a ofrecer resultados cuantitativamente mesurables, sin importar si el niño desarrolló o no habilidades de otro tipo.

Author: Silvia Casabianca

Graduated as a medical doctor in Colombia. After practicing for many years decided to become a psychotherapist. Have been a counselor for more than 25 yrs, now in Naples, FL. I'm a published author and an educator.